domingo, 29 de enero de 2017

Cómo sería un varón poliamoroso con convicción y ética?

Tomado de: http://totamor.blogspot.mx/2016/12/como-seria-un-varon-poliamoroso-con.html

Que chulo es ser publicada ;)


En un grupo de feis de compañeras muy chulas les compartía una charla que recién tuve con un entrañable compa de vida, donde llegábamos -otra vez - a una probable prejuiciada, aunque no precipitada conclusión: Es realmente complicado y casi imposible conocer a un varón* poliamoroso en términos de la convicción y la ética. Lo que implica, sobre todo la renuncia de los privilegios patriarcales que incluso una vida políamorosa puede aumentar.

Ilustración de Nuria Frago para Pikara Magazine

Cuando leo las presentaciones de los varones en un grupo “poliamoroso” (ahora hay más de 5 activos en las redes sociales) leo el mismo discurso reciclado sobre, estilo de vida, ganas de 'ampliar su mundo’, ya no mentir, conocer chicas y/o parejas y etc, etc. No digo si eso está bien o no, pero no leo varones que intenten siquiera cuestionar la hegemonía de su masculinidad, preguntarse sobre las relaciones de poder y todo lo que ahí se juega. Hacerse preguntas de raíz sobre el amor, la idea de la pareja y tantos etcéteras. ¡Ah eso sí! a muchos de ellos los veo dando like ligadores y haciendo comentarios ignorantes sobre feminismos y etc.

Llevo más de diez años viviendo y pensando en la propuesta política del políamor (ahora ya la pienso desde el contra amor) y solo me alcanza una mano para poder nombrar a quienes he visto y están trabajando e incluso destruyendo todas las falacias de virilidad, y demás chamba de despatriarcalizacion, para ser compas aliados.

Ante esta reflexión una compañera con agudeza me preguntaba ¿Y cómo sería un varón poliamoroso con convicción y ética?
Y esta es mi respuesta, que ahora comparto públicamente:
Para empezar, es bastante complejo delinear un “perfil” de un varón poliamoroso con convicción y ética, dado que no soy varón y al no tener dicha corporalidad y educación, no puedo colocarme en tales zapatos, sin embargo, lo que, si me puedo permitir, es hablar del tipo de “varón” con el que deseo relacionarme afectivamente como una mujer feminista.

[Tengo conflictos sobre cómo llamar a los masculinos. La palabra onvre, hombre definitivamente no me acomodan. Les llamo varón desde su etimología, en particular tomo a María Moliner quien retoma dos acepciones, una del latín vulgar que denomina al “tipo”, al masculino, al tosco, grosero y burdo, pero también del latín que lo relaciona con virtud. Personalmente no me refiero en general a los masculinos, cotidianamente opto por preguntar como desean ser llamados y para ello más allá de pronombres, gusto de saberles como Manuel, Carlos o Ramón por ejemplo.] 

Una persona leída socialmente como masculino (independientemente de su genitalidad) que sea desobediente y cuestionador.

Me interesan los “varones” desobedientes y para comenzar que esa desobediencia éste urgentemente relacionada con el propio género, es decir, que no le importe si es llamado, gay, puto, marica, que no le interese “salvar” su masculinidad, sino se cuestiona agudamente todos los imaginarios sociales con los que viene la etiqueta de varón, masculino, hombre o anexas, y solo los asume sin preguntas, pero sí con las repuestas que cálidamente el patriarcado le da, será entonces cuasi imposible caminar en equipo. Que renuncie a vivirse como caballero, príncipe azul o cualquier patraña similar, de ahí que renuncie a las categorías de género que para empezar lo nombran androcentristicamente, que se busque y busque y no caiga -jamás- en zona de confort.

Que reconozca que fue educado con privilegios que lo colocaron en el centro del pensamiento, y por ende que haga un trabajo exhaustivo por cuestionar todo eso que se le dijo era normal, natural y necesario. De ahí que no “luche por protagonismos” que escuche más, que hable sin arrebatar, imponer, enseñar, sino por compartir. Que deje tajantemente de ser cómplice de las violencias de los otros, desde el chiste, el chisme o el comentario, que establezca su posición, aunque eso implique dejar de “estar de acuerdo” con la familia o lxs típicos amigos machines (si eres de los que “jugando” avala los chistes de "nenas" “putos” “perras” y tremendos clichés sexistas, aléjate, pero yaaaa).

Que cuestione el ejercicio de poder que le fue enseñado desde la heterosexualidad (entiéndase esta como régimen político) no solo desde el ejercicio de encuentro erótico y afectivo sino desde todo el entramado social e ideológico. Que se se atreva a explorar con su cuerpo. Por ejemplo, antes de pedir sexo anal, mejor primero que comparta su culo (que delicia jugar «strap-on») y comprenda de su disfrute, que se deje sentir y sepa tejer una convivencia erótica para vivir el tiempo compartido, desde una colectividad construida desde el cuestionamiento del deseo colonizado (Si tiene problemas con pelitos en las axilas, abundantes carnes o se la pasa hablando del “buen cuerpo”, entonces ¡correeeee! No quiero nada contigo)

Que trabaje contra sus miedos, enojos, inseguridades y que los traduce en ejercicios de control (a veces sutil, a veces contundente, pero siempre violento, siempre violencia) donde exige certezas, establece mecanismos de vigilancia contra “su pareja” y en “nombre del amor” conquista, cela, seduce. Que dé cuenta de las dialécticas de amo y esclavo (al modo de Hegel) que se juegan en las relaciones actuales y los cuestione de raíz. Que no se “venda”, ni me “venda” ilusiones y le apueste solo a metafísicas. Si un “varón” utiliza en su léxico estos términos (conquistar, seducir, “me la cogi” “me la ligue” “me mando al friendzone” etc) y no ha cuestionado todas sus implicaciones ideológicas, es momento rápido de decir adiós.

Que lea, lea mucho, no en el sentido de ser un “nacho progre tipo intelectualoide” sino se permita ubicar históricamente los diversos discursos que sostienen el pensamiento amoroso. Que entienda el discurso de poder del “amor”, los inicios del matrimonio, las implicaciones de la monogamia y la pareja, las complejidades de la familia nuclear. Si comienza diciendo que “busca su media naranja”, que se siente solo y “quiere que lo complementen” salgo corriendo, me interesa un compañero con quien hacer cofradía en nuestras faltas, dudas e incertidumbres. No quiero que me den, ni dar estabilidad, pero si quiero reflexión compartida. No quiero varones feministas (ellos no pueden serlo) sino aliadxs.
Que antes de colocarnos “títulos nobiliarios de posesión” y defenderlos ante el mundo: Mi pareja, mi novia, mi esposa, mi, mi… :( seamos cofrades, amiges, cómplices y por ende nuestra convivencia tenga alegría, frescura, pactos, acuerdos de por lo menos corto plazo. Que busquemos, ensayemos y otra vez inauguremos formas de comunicación asertiva, que trabajemos juntes contra los supuestos, contra los vicios de… “ya sé cómo es” y otros etcéteras que van desgastando a las relaciones. Creatividad, mucha creatividad. La amistad es un ejercicio político que tiene muchos vericuetos por descubrir y trabajar.

Que tenga su vida, sus anhelos, sus acciones como persona singular, sus amigxs. Que no me necesite, que no me idealice, “ni me vuelva la mujer de sus sueños”, que me respete, que se respete y construya su vida por él y para él. Nos acompañamos, no nos poseemos. Somos personas autónomas y desapegadas, no muéganos.

Que destruya o deconstruya los roles de género. Que cuestione y en la práctica se deje de los juegos de competencia, jerarquía, el pseudo dilema emoción/ razón, etc. Sino le entra a la horizontalidad, nomás no le entro a su vida. Por favor, descolonización.

Que este abierto a hacer acuerdos de comunicación, compromiso y honestidad. No una honestidad forzada ni de confesionario, sino de esa alegría del compartir lo que se siente y piensa. Y sí, seguramente le costará mucho trabajo, fluir. Son muchos años, siglos de “dárselas” de “yononecesitohablar,nicompartiremociones” por eso es importante su vulnerabilidad, su desnudez radical. Ternura radical. Un trabajo conjunto de des-romantización de todo lo que pensamos cierto y único.

Que nuestro compromiso no sólo sea de auto cuidado sino de cuidado compartido, en el sentido no de cuidar de la persona, sino de la relación. Lo que implica que si alguno de los dos, se involucra en otra relación afectiva, se establezcan pactos mínimos y básicos para gestionar las emociones, los sentimientos históricamente adquiridos. No pido compersión o comprensión de facto, no exijo que me acompañe a mi ritmo, sino solicito iniciativas de trabajo contra el dolor (ubicar a la culpa y el sufrimiento como mecanismos del inconsciente fomentados por una sociedad patriarcal) quiero y doy una escucha activa, quiero y doy claridad.

Desde mi perspectiva, si quieres entrarle al poliamor (aunque sugiero dar un paso más allá y no ubicar a ésta como panacea), y naciste con corporalidad leída socialmente como varón, sugiero le des una revisada exhaustiva a la renuncia, al cuestionamiento y la desobediencia. 
Una apuesta que es casi imposible desde el privilegio.


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