martes, 9 de mayo de 2017

No quiero enunciarme desde la muerte

¡Que días! No solo son los feminicidios de las mujeres en Puebla, o Estado de México o Lesvy, no solo son once años de Atenco y la impunidad a la violencia sexual, no solo son los campos de concentración en Chechenia, la "venta" de mujeres para la explotación sexual o el infierno en las calles que viven (vivimos) millones de mujeres al salir a trabajar, a vivir, al tomar las calles o las mujeres secuestradas en Nigeria, no solo son –otra vez- lxs machxs progres- con trapitos lindos “limpiando” nuestro “vandalismo. No solo son siglos de impunidad, violencia y hartazgo. No es nada más el patriarcado, las fauces del capitalismo, o los tentáculos sutiles de la heterosexualidad disfrazada de rolas y cartitas de amor, no es solo eso, sino es TODO eso, y lo que pasa a diario, y lo que seguirá pasando si esta canija ignorancia, indiferencia, sordera, y los etcéteras necesarios, nos sigue comiendo.

Estos días fui carne herida por la extrañeza, la rabia, el dolor, y como resaca grande, esa tristeza que ya no cabe en la cuerpa, que no se vomita, que no se quita con un abrazo, ni con lindas palabras de ánimo. Y precisamente así, enfermas, tristes, aisladas es como ha querido imponerse la ignominia, es como el monstruito patriarcal se fortalece y hace una sombra grande, grande a las acciones, a los pasos. Es así como nos quieren, calladas de cansancio, casi muertas.



Ahora no tengo más que decir, pienso en estrategias, en modos de compartir caminos más allá de los hastag y las redes sociales, las marchas, tomas de calle, manadas y abrazos colectivos ( y de ningún modo denosto ninguna de estas formas, las valoro como urgentes y necesarias) pero hay un mundo más allá del feis, las fotos chulas, feministlan y las polémicas interminables en las redes sociales que a cada rato y todo el tiempo, me da bofetadas de realidad, donde no tengo, se me agotan, me faltan herramientas para lidiar, comprender, explicar, situar, lo que día a día, en la colonia, en la escuela, en los pasillos de cualquier lugar, en los gritos de de los vecinos, en las conversaciones de la micro, o en el metro o en la calle está pasando.



Me siento tan rebasada. Quiero guardar silencio y con calma, ver el modo en que puedo co-participar en este mundo, en este mi contexto, con estas las personas que quiero, pero sobre todo con las personas que no quiero.

Pienso en Pizarnick y en el “horror de habitarme, de ser -qué extraño- mi huésped, mi pasajera, mi lugar de exilio” Pienso en el Sartre y el infierno “son lxs otrxs” pero también a la Levinas “el bálsamo y mi espejo”, pero sobre todo pienso en mi madre y sus abrazos, sus pláticas interminables y hasta las cinco de la mañana, en su dolor y entusiasmo, en sus ganas y en sus ojos, me siento una caracola lenta pero con antenitas abiertas, que es rebasada por el tiempo y la circunstancia.

Pienso en que no quiero enunciarme desde la muerte y desde el #porsimematan, no quiero, no quiero, no quiero.

Ahora solo quiero salir a caminar bajo la lluvia antes de llegar a compartir la última clase.


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